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Una igualdad que sigue en el closet

  • Psic. Julio Nicolás Méndez
  • 16 oct 2018
  • 2 Min. de lectura

Romper estructuras es el desafío que propone la actualidad, finalmente se intenta decir basta a la exclusión, a la estigmatización y al silencio. Fue y es, a partir de interminables luchas de grupos sociales desfavorecidos, que se están produciendo respuestas políticas reivindicatorias. Sin embargo, el panorama actual demuestra que estas respuestas son aún insuficientes, que aún queda mucho por hacer y adquirir.


Es un momento donde ya nadie quiere quedarse callado. Los grupos LGBTI+ exigen que se respeten todas las orientaciones sexuales, y repudian con fervor la patologización y constante degradación que sufren las personas que aman fuera de la heteronorma. Se busca una sociedad más libre e inclusiva, para todos.


Todo grupo social a partir del dolor y el señalamiento, como manera de sanar y acompañarse, construye un lugar y un andamiaje para ocuparse de la desigualdad de la que fue o es objeto.


Haciendo especial énfasis en la comunidad gay, la cual sigue siendo objeto constante de estigmatización, patologización y exclusión. Ser señalados por la forma de amar o la forma de construir la identidad, dieron lugar y siguen dando entidad a posicionamientos nefastos arraigados en creencias religiosas, morales y éticas; y en modalidades seudocientíficas de vivir una “vida apropiada”, los cuales no hacen otra cosas que imponer una manera absoluta de amar-desear y de ser, y esto no afecta solamente a la comunidad LGBTI+.


El closet es la metáfora de la imposición de una norma absurda, la idea de que el amor tiene una única manera de vivirse.


El discurso religioso, el médico o el legal, dieron y dan lugar a intentos de “cura”, de “correcciones corporales”, de “adecuaciones”, que no son otra cosa que tortura, invisibilización, humillación y violencias varias.


Nuestra historia es la historia de la rebelión contra esas imposiciones, implicándonos desde un lugar sano y de apoyo, construyendo herramientas a partir del dolor, potabilizando toda la oscuridad que se nos impone, buscando constantemente la luz en los ámbitos de derecho. Una lucha que se sostiene en constante tensión entre lo político y social, una batalla contra el prejuicio social y seudocientífico y contra el hostigamiento legal y policial.


Hay una igualdad que sigue en el closet, pero también hay grupos organizados que día a día luchan por abrir sus puertas.

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