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¿Un pensamiento puede desgastarme?

  • Psic. Donovan Ordáz
  • 4 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

¿Un sólo pensamiento puede hacer que me desgaste?


Dentro los procesos naturales de pensamiento están los momentos para la reflexión de las experiencias dolorosas o las preocupaciones diarias. Lo que espera el individuo al hacer estas reflexiones es llegar a un nuevo entendimiento que reduzca la ansiedad y le permita seguir adelante. Pero este proceso natural de autorreflexión a menudo sale mal y, en lugar de obtener una liberación emocional, simplemente se tocan las mismas escenas angustiantes en la cabeza una y otra vez, lo que provoca tristeza, enojo o agitación lo que requiere de tiempo y espacio y, por lo tanto, de energía de nuestro organismo.


En una ruptura dolorosa se pueden analizar todos los matices de esa última conversación; en un evento traumático podemos repasar en nuestra mente cada detalle de los últimos momentos antes de vernos afectados por la pérdida; podemos revivir todas las reuniones en las que nuestro jefe nos criticaba frente a nuestros colegas; o ensayar varias versiones de un enfrentamiento o discusión que no terminó como hubiéramos querido y empezamos a rumiar todas nuestras preocupaciones. Estos ejemplos pueden ocurrir en cualquier momento y ocupar nuestra mente cuando salimos de compras, o cuando estamos en la ducha, o cuando estamos haciendo la cena, o cuando estamos tratando de hacer nuestro trabajo. Antes de darnos cuenta nuestro estado de ánimo ya está en ruinas y las emociones se sienten más a flor de piel que nunca desenfocando el aquí y el ahora, dejamos pasar muchas cosas alrededor por darle más fuerza a esos pensamientos agotándonos y desgatando nuestras reservas de energía y provocando ansiedad.


Por otro lado, un pensamiento es positivo cuando es constructivo, creativo y aporta soluciones. Al final de ese proceso podemos relajarnos, inmersos en una sensación satisfactoria de haber cerrado esa cuestión.


Las rumiaciones, por el contrario, resultan nocivas porque afectan la capacidad para obtener respuestas y soluciones a los problemas, producen desmotivación y generan nuevos problemas, crea un bloqueo que puede afectar nuestras relaciones sociales y, finalmente, puede arruinar nuestra salud física y emocional.


Las rumiaciones (sobrepensar) crean estados de ánimo inconformes que pueden teñir la calidad de nuestros pensamientos hasta tal punto que acabamos teniendo una visión distorsionada de los hechos. Y lo peor de todo es que podemos tomar decisiones equivocadas basándonos en esos pensamientos negativos.


Dentro del consultorio es muy común este tipo de problemáticas de rumiación y ansiedad por no encontrar formas diferentes de ver situaciones y pensamientos. Para ayudar en este proceso la palabra es una virtud muy útil, además la percepción del otro, en este caso el terapeuta, apertura opciones diferentes que nos brindan más opciones para elegir lo que resulte más funcional a nuestra vida.

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